Sant Jordi, yo te maldigo

Érase una vez una población que vivía atemorizada por una bestia que lo quería consumir todo. Tanto era el miedo a perder su libertad, que decidieron ceder sus recursos para que ésta no terminara con ellos. Primero, perdieron sus bienes más superfluos. Luego, los más básicos. Y al final, los más necesarios. Y todo ello sin que su rey jamás diera cosa alguna. Como si no se atreviera a luchar contra el mal que les acechaba. Como si él, que lo tenía todo, no pudiera dar nada. Entonces, llegó un día que la bestia ya había consumido el territorio entero, quedando solo la vida humana. No había otro remedio. Los habitantes fueron cediendo sus almas para que el bárbaro no les destrozara. Le regalaban sus cuerpos y su sangre, a cambio de nada. Bueno sí, de un dinero que el rey repartía a un vulgo que no se preguntaba, que ya no pensaba. Pero un día, porque siempre hay un día, el pueblo exigió a su gobernante que debía dar a su hija para que la bestia no avanzara. Lloró y suplicó, pero la gente no le perdonó y la princesa fue entregada. A punto de ser devorada, un caballero que por allí pasaba, la salvó de su muerte anunciada. Mató al bicho, le regaló una rosa, y el padre de ésta le pidió que con ella se casara. Pero él no quiso y se fue a por otra hazaña. A pesar de su huida, esa persona fue homenajeada, y tratada de santa. El pueblo descansó una temporada.

¿Les suena que un miedo que nos hace entrar en una rueda de consumo que nos va matando mientras unos gobernantes que son cómplices de grandes corporaciones que nos dominan hacen que no saben nada y ven morir al pueblo hasta que un día les toca a ellos y es entonces cuando ponen remedio a una vida que nos destruye a cambio de darnos pan y circo? Pues eso. Ah, y que Sant Jordi era la mano derecha del rey, el cual montó todo el paripé para hacer creer al pueblo que su hija no era intocable, pero al final, como ya sabrán, se salva. ¿De verdad que no les suena muy mucho? En fin, leyendas muy reales, nunca mejor dicho.

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